Montaña de Ruano | Medioambiente | TELDEACTUALIDAD

2022-09-24 10:22:59 By : Ms. zhuang qian

Bajo el epígrafe Una mirada sosegada al Medio Ambiente en Telde (1980-2022), el ecologista y profesor José Manuel Espiño Meilán ofrece un nuevo artículo de la serie de artículos de periodicidad quincenal.

Montaña de Ruano

Dedicado a todos los pequeños accidentes geográficos de la isla pues en su sencillez y discreción radica su valía

Dos notas puntuales al inicio de este breve artículo. La primera es una aclaración que me solicita una lectora, referente a la difusión de estos artículos. Por supuesto que pueden divulgarlos, es más, deseo que los pasen a la gente, que su lectura anime a recorrer los espacios tratados, a descubrirlos, a vivirlos. Pueden utilizarlos como quieran. Son experiencias vividas y como tales, textos libres para compartir.

La otra nota se refiere a la reflexión de un erudito sobre una mayor profundización en los conocimientos expuestos. La respuesta es simple y la aportó él mismo al hablar de la poética de los contenidos y la emocionalidad de los mismos como valores del artículo. Pues de eso se trata, de llegar a muchas personas sin tener que preocuparse de sus conocimientos geográficos, vulcanológicos, biológicos o etnográficos. Se trata en suma de divulgar de un modo ameno y animar en el conocimiento y la conservación del medio que nos rodea. Nada más y nada menos, un objetivo del más alto nivel. ¿Rigor en sus contenidos? Mi deseo es que así sea, pero en la medida de mis conocimientos, nunca olvidemos que siempre estamos aprendiendo.

Esto nos lleva a la segunda aclaración: mis artículos no pretenden ser rigurosos estudios del lugar. No soy geógrafo, ni vulcanólogo, ni botánico, ni zoólogo, ni antropólogo…pero sí soy un senderista, docente y escritor, que aprecia la vida que se le presenta y la observa con calma, con mucho detenimiento, en la línea que recoge mi admirable y entrañable maestro Joaquín Araújo, en su obra que es un compendio de su forma y modo de interpretar la vida: El pacer de contemplar. Soy, en resumen, un caminante preocupado en la búsqueda de fuentes de información sobre los espacios tratados y cuando las encuentro mi deseo es ofertarlas a los lectores para que profundicen, si lo desean, en dichos conocimientos, investigaciones, tesis. ¡Claro que faltan elementos a tratar en cualquiera de los artículos, pero no olviden que ya son exhaustivos en demasía pues rondan una media de veinte páginas cada uno de ellos! Bastante agradezco a ustedes, mis pacientes lectores, que cada dos semanas se lean un minilibrito eso es cada uno de mis artículos-, sobre la naturaleza y el medioambiente.

Y nada más, a un cono chiquitito, un artículo reducido. Espero que disfruten con la montaña de Ruano, un cono desconocido al abrigo de otro más grande.

Para ubicar la montaña de Ruano les llevaré hasta una pequeña elevación que se encuentra visualmente en la falda de la montaña del Gallego, en su vertiente este. Y así es, cuando abordamos esta montaña, bien procedentes de la carretera GC-100, si venimos de Telde o Ingenio, bien de la carretera GC-140 si hemos accedido por la GC-1 y subimos por El Goro, observamos en su ladera orientada al naciente una pequeña elevación en la que destaca una singular estructura rocosa en su cima.

Esta elevación, posiblemente un pequeño cono asociado al volcán mencionado, nos permite un paseo diferente. Desvía nuestra atención de los grandes aparatos volcánicos que configuran el campo de volcanes de Rosiana y, con un transcurrir más sosegado, más acorde a su cercanía pues se encuentra apenas a diez minutos caminando desde la carretera, nos invita a reconocer un espacio poco transitado, el territorio que se extiende entre los dos incipientes barrancos que observamos a ambos lados de la montaña de Ruano. Hacia el sur, el barranco de la Culata que ya nombramos en el artículo dedicado al barranco de Ojos de Garza, el veintisiete de junio del pasado año, que lleva sus aguas al barranco del Charco Aday hasta que, una vez pasada la montaña de María Ojeda, se une al barranquillo de las Pujamas, pasando a recibir el nuevo cauce el nombre de barranco de Ojos de Garza hasta su desembocadura en la playa del mismo nombre. Hacia el norte, el barranquillo de la Higueta que baja raudo, bordeando la ladera norte de la montaña de Cuatro Puertas para confluir finalmente en el barranco de Ojos de Garza.

Aquí es un incipiente barranquillo que nace precisamente a esta altura, entre la montaña de Ruano y otra elevación pétrea que destaca en la ladera frente a él, en dirección norte. Pienso que esta segunda elevación pudo ser una boca adventicia surgida en la falda del volcán del Gallego y de la cual queda, como vestigios de su presencia, una estructura rocosa muy agrietada. Nuestra montaña es claramente un cono secundario, pues tras él y separado del volcán del Gallego, discurre un barranco que confluye en el de la Culata. El barranquillo del que hablábamos, tras su paso bajo la carretera GC-100, se detiene en un estanque, actualmente en desuso. Pero este estanque tiene una pared reforzada, propia de una pequeña presa y así, el barranquillo está represado en esta zona, siendo muy interesante ver el sistema de canalización de la misma para alimentar el estanque. Este estanque, situado en la base de la ladera de la montaña de Cuatro Puertas se encuentra en buen estado y no impide que, aguas abajo, el barranquillo tome mayor entidad pues la lomada norte de esta montaña, cuyo nombre es Lomo Blanco, junto a la vertiente sur de Lomo Gordo -la zona recibe el nombre de Las Coloradas-, dotan de entidad al barranco de la Higueta.

Situado ya en lo alto de la montaña de Ruano observo los alrededores. Sé que esta será la primera cita en Google, pues montaña de Ruano no aparece en ninguna ruta ni artículo en la Red, es posible que por su escasa entidad. Parto de su reconocimiento toponímico registrado en la cartografía de GRAFCAN y para mí es suficiente.

Su altura es de 306 metros, pero el escaso desnivel desde la carretera -apenas sesenta metros-, no representa dificultad alguna para llegar a ella. Si accedemos a ella por su cara sur, norte u oeste tampoco encontraremos dificultad alguna pues son muy suaves sus laderas y la inexistencia de pendientes acusadas hace que el discurrir por sus sendas sea un paseo placentero.

Estoy escribiendo este artículo a mediados del mes de marzo. Hay temporal, vientos fuertes, lluvias dispersas y algo de nieve en la cumbre. Aunque suelo caminar abrigado con este tiempo, es fundamental una prenda cortavientos. Para tomar algunas notas debo protegerme de los vientos dominantes del nordeste. Me abrigo pues, tras la elevación rocosa que hace de cúspide, en su vertiente más cálida.

Aquí, con la suave caricia de un sol que, tras las nubes, no calienta, observo el Sur. Al fondo destaca la montaña de Arinaga y frente a ella los dos conos volcánicos que descuellan en la costa, a saber, la montaña de la Cerca y la montaña del Camello en la costa de Vargas.

Voy recortando el trayecto visual, de regreso a la montaña. Destaca la silueta de la montaña de Malfú, en el término municipal de Ingenio y casi en línea con ella, pero más próxima, la montaña de las Tabaibas, cono volcánico perteneciente al municipio de Telde -del que ya les hablé en el pasado mes de junio- y cuya falda sur se encuentra al borde del barranco del Draguillo. La existencia de una pequeña cañada -la cañada de Lomo Caballero-, a sus pies, originó una pequeña depresión en el material lávico que termina en el barranco limítrofe municipal. A la altura de Malfú o Marfú, hacia el oeste de esta montaña, observo como se extiende el núcleo urbano de Ingenio.

Las suaves laderas de la montaña de la Majada, la montaña Agueda o Topino y la montaña del Gallego en su confluencia con la carretera GC-100 han permitido que esta zona estuviera cubierta de cultivos. Extensa zona que llegaba a la costa pues las huellas de tal pasado siguen ahí, presentes. Permanecen aún vestigios de su uso agrícola en un paisaje de bancales donde aún se conservan muchos en buen estado, viejas canalizaciones de agua, algunas de ellas realizadas con piedra y lajas de la zona. Coexisten un buen número de tuberías de diversas épocas que, en mejor o peor estado de conservación, se dirigen a los pozos que aún quedan por la zona o a ninguna parte si su función y destino han desaparecido.

Junto a la carretera, en esta dirección sur, se yergue en la falda del cono volcánico de Topino, la urbanización de Piletillas. Aquí, a mis pies, discurre el cauce del barranquillo antes mencionado y por esta ladera, que baja suave hasta el barranquillo, se observa la carretera de acceso a los volcanes y al interior de El Gamonal, a los dragos centenarios y a los conos heridos o destruidos por la extracción de sus piroclastos durante varias décadas. El Gamonal es el nombre de esta ladera que se extiende hasta el barranco y en ella, junto a las tuneras indias que cubren gran parte de su territorio, se encuentran los mayores ejemplares de balo (Plocama pendula), un endemismo canario, alguno de más de dos metros de altura y un diámetro superior a los tres metros. Salvias canarias, gualdones, espinos de mar, azaigos de risco enriquecen la cubierta vegetal, pero la planta más abundante sin lugar a dudas es la tabaiba salvaje (Euphorbia regis-jubae). Vengo observando la especie desde mis primeros encuentros con conos volcánicos y es ahora, a mediados de marzo cuando encuentro una oruga de una mariposa nocturna, la esfinge canaria de las tabaibas (Hyles euporbiae tithymali) sobre una tabaiba amarga en esta ladera de la montaña Ruano. La parte sureña de esta ladera varía en su cubierta vegetal según nos encontremos más cerca de su cara este -dirección Cuatro Puertas-, donde el sustrato es un manto escoriáceo de emplastes enrojecidos con una cubierta de cenizas volcánicas producto de la meteorización, de la parte más orientada al oeste -hacia el cono volcánico de El Gallego-, donde la presencia de una capa de suelo de color rojizo favorece el retroceso de las tuneras indias y la aparición de un campo de aulagas.

Sin salir del abrigo rocoso que me proporciona esta elevación pétrea, dirijo mi vista cara al naciente. En primer término, sobresale la figura de la montaña de Cuatro Puertas y en ella, la urbanización que, con el mismo nombre, asciende por la caras oeste y sur del cono volcánico.

Tras su perfil identifico en la costa, la montaña del Ámbar, la montaña de Gando y el roque del mismo nombre. La bahía de Gando y el aeropuerto, la urbanización de Ojos de Garza y los terrenos que se extienden, la mayoría sin cultivar, alrededor de la montaña de María Ojeda.

La falda norte de la montaña de Cuatro Puertas se extiende suave hasta su confluencia con el barranquillo de la Higueta. Sobre su perfil, observo en la costa la línea urbana que desde la urbanización de la Estrella continúa sin pausa por La Garita, Playa del Hombre, Clavellinas, Melenara hasta terminar en la playa de Salinetas. Es, pasado el muelle de la urbanización industrial de Salinetas, cuando la montaña oculta el resto de la costa teldense.

En orientación oeste, la poca altura de la montaña de Ruano imposibilita una amplia visión pues frente a ella se recorta la silueta de los conos volcánicos de tres montañas, a saber, la Majada, Topino y El Gallego. Observo en la parte más alta de esta montaña, con orientación sur, una serie de cuevas. Sonrío. No toca aún explorar ese cono volcánico, pero siento unas ganas enormes de deambular y descubrir cada rincón de la montaña del Gallego. Mientras me conformo con el hermoso y compacto cardonal que trepa por la ladera sureste de esta montaña. (Estos deseos de principios de marzo se vieron cumplidos en meses posteriores y así, en fecha 4 de septiembre, pude ofrecerles el artículo del volcán del Gallego)

También observo desde esta pequeña elevación parte del cráter del volcán del Gallego, cuyo derrame lávico sucedió en dirección norte, teniendo la primera impresión de que se conserva en muy buen estado, pues no observo razón alguna que me haga deducir que el cono que estoy viendo haya sufrido, en su parte más alta, alteración alguna.

Dejo ahora mi refugio para recuperar la altura de la montaña de Ruano y observar el paisaje visualizado en orientación norte. Parto ahora, para mi observación, de la zona más cercana a donde me encuentro. Observo una ladera de tabaibas amargas y entre ellas algunas extensiones de tierras rojizas y amarillentas que no presentan vegetación alguna. Semejan pequeños espacios desérticos de tierra enrojecida, surcados por una multitud de pequeñas cárcavas que van confluyendo en barranqueras que arrastran el suelo, ladera abajo. Hablaré luego de ellas pues mi curiosidad me llevó a recorrerlas.

Una línea de torretas de media tensión, pintadas a franjas de colores blancos y rojos -al parecer son colores que se utilizan cuando las torretas se encuentran en la cercanía de un aeropuerto, pero nada confirmo sobre este particular pues soy un profano en el tema y yo, sólo observo-, discurren por la parte baja de las laderas de estos conos. Otras observo, más sencillas y de menor tamaño, cuya finalidad es la de suministrar electricidad a los pozos y las gañanías de la zona de Topino.

Hacia el norte, la ladera del cono volcánico del Gallego termina en el barranco de Silva. Al otro lado del barranco se observan las lomadas con nombres distintos según el tramo del barranco referido: Lomo Pollo, Lomo del Conejo, Lomo de Los Mudos, Lomo de Jerónimo.

Luego observo Telde, expandiéndose por la gran llanura y al fondo, cerrando el horizonte visual, los conos que destacan en este amplio espacio, a saber: montaña Las Palmas, el pico de Bandama, montaña Pelada y los volcanes de la Isleta.

Dejo el morrete para conocer el lugar. En esta orientación oeste se encuentra un pozo. Llama la atención, a ambos lados de su entrada, dos espléndidos laureles de indias (Ficus microcarpa) de hoja grande, vistosa y brillante. Si lo que pretendían con su plantación era disponer de una buena sombra, estos árboles de buen tamaño la proporcionan. El pozo está bien conservado y en uso. La seguridad en el mismo, la existencia de un estanque cubierto con hormigón y la de una caseta donde el agua se distribuye o controla su extracción, hablan de ello. Tras el pozo se encuentra la vaguada que inicia la formación del barranco de la Higueta. Lo cruzo para acceder a la otra elevación pétrea que, junto a la montaña de Ruano, son las dos pequeñas cimas que destacan en esta ladera de la montaña del Gallego.

La observación en el camino de varios ejemplares de cardoncillo (Ceropegia fusca) animan mi exploración pues a las citas de montaña de Cuatro Puertas y barranco del Charco Aday se une ahora esta, constatando que la presencia del cardoncillo en esta zona es más amplia de lo que yo creía antes de iniciar este trabajo de exploración de todo el territorio municipal. Son contadísimos ejemplares pues una búsqueda más profunda no me ha permitido ampliar su número.

Toda la zona recorrida se encuentra cubierta por un tabaibal amargo (Euphorbia regis-jubae) donde la salvia, el verol, el bejeque, el cornical, el azaigo de risco, la melosa, el espino de mar, se presentan dispersos, existiendo zonas donde algunas de estas especies alcanzan proporciones notables. Es el caso de los espinos de mar que, junto a los muros que sustentan los bancales de antiguos cultivos, son capaces de alcanzar los dos metros de altura y cuatro o cinco de diámetro, tal vez por gozar de una buena y profunda capa de tierra y de la humedad del agua retenida en las escasas precipitaciones. En otras zonas, como es el caso de los terrenos más erosionados, son las aulagas las que cubren el lugar y en ellas, parasitándolas, la greña de aulaga (Cuscuta approximata) hace acto de presencia cubriendo la planta con una maraña de tallos muy finos de color blanquecino amarillento, en otros son las salvias y sobre la rocalla que forma esta segunda elevación donde me encuentro, una población de cardones. Para buscar su presencia en los alrededores debo llevar la vista al oeste y es entonces cuando observo la ladera sur de la montaña del Gallego poblada de cardones y como por la ladera se encuentran dispersos varios ejemplares hasta llegar a este morrete donde la concentración es mayor.

Es curioso esta elevación rocosa porque se parece a un arca de Noé botánico pues a los cardones -dos de cuyos ejemplares tienen un buen tamaño-, y a todas las plantas asociadas al tabaibal cardonal que antes he mencionado se unen el Turmero (Helianthemun canariense), el corazoncillo (Lotus glaucus), el incienso menudo (Artemisia reptans), Scilla haemorrhoidalis, esparragueras (Asparagus arborescens), balillos (Sonchus leptocephalus), azaigo de risco (Rubia fruticosa), melosas (Ononis angustissima), sombrerillo común (Umbilicus gaditanus) musgos y líquenes diversos.

Me encuentro bien aquí, pues al encontrarse más al norte, me permite observar un poco más del cráter del volcán del Gallego y el cardonal que en su cara sur se encuentra muy cerca de la cueva que quiero visitar. Es cierto también que, al ser más bajo que la montaña de Ruano, entre la ladera de esta montaña y las laderas de los volcanes de Topino y El Gallego, la vista en dirección sur se queda reducida a eso, la observación de los tabaibales de Euphorbia regis-jubae que cubren dichas laderas. Elevo la vista pues un chillido penetrante y espaciado, alerta de mi presencia. Una pareja de aguilillas sobrevuela el cono y sigue ascendiendo con las corrientes de aire hasta convertirse en unos simples puntos colgados del cielo.

Sigo caminando por esta ladera que me lleva a la base del cráter del Gallego. Me encuentro con una serie de fincas que bajan en busca del barranco de Silva que no son más que una agresión lacerante al paisaje. A falta de control y protección paisajística, cierres de fincas efectuados con pales, bidones, estructuras metálicas recicladas, todo vale para ocupar un espacio -privado, no lo pongo en duda-, de cualquier manera, sin el menor miramiento por la estética, haciendo alarde de un homenaje al feísmo, una tendencia artística que concede valor estético a lo feo y que desafortunadamente aquí en nuestra isla, sin saberlo, algunos son verdaderos artistas.

Un par de perdices salen frente a mí, del tabaibal, dejándose caer hasta Lomo Blanco, la suave ladera norteña de la montaña de Cuatro Puertas. Otro movimiento entre los verodes y las tabaibas y un conejo surge zigzagueando, perdiéndose en el barranquillo. Era fácil seguirlo por su cola blanca. Bisbitas camineros correteando muy cerca de mí. Camino aún por antiguos terrenos de cultivo, lo confirman los muros muy deteriorados de piedra que mantenían los bancales. Precisamente en los bordes de los bancales, donde el suelo es más profundo y la humedad se mantiene un poco más de tiempo, grandes ejemplares de espino de mar (Lycium intricatum) sobresalen entre la flora del tabaibal. Observo ahora algunas melosas (Ononis angustissima), esparragueras, balillos, corazoncillos ( Lotus glaucus), Pancratium sp…

Sigo descendiendo, en busca de la carretera. Las tierras sin vegetación, alomadas y desérticas presentan algunas aulagas que las colonizan, en sus vaguadas, también escasas de vegetación, esporádicas tabaibas amargas y salvias pugnan por colonizar esta tierra yerma. Sobre alguna de las aulagas, la Cuscuta approximata, una planta parásita con tallos muy largos y muy finos, de color amarillento se enredan en ella hasta cubrir por completo la planta.

La proximidad de la carretera GC-100 me aportó la presencia de un pequeño bosquete de calentones (Nicotiana glauca), una planta que manifiesta su presencia en zonas muy degradadas. Observando el lugar, el encalichamiento, la poca abundancia de plantas y la proliferación de pequeñas barranqueras que se llevan el escaso suelo que queda en este sector de la montaña, preocupa el futuro de este territorio.

Para llegar a el cono, aconsejo coger la GLOBAL 35 que hace el trayecto de Telde a Agüimes y apearse en la parada de Cuatro Puertas. Si llegamos con vehículo particular, a poder ser, háganlo compartido, cuestión de eficiencia energética y reducción de la huella ecológica. Al llegar, solo tenemos que cruzar la calle y comenzar a caminar. Hay pistas de tierra, poco transitadas, pero ahí están. También alguna que otra de motos, que no deberían estar, pues no sólo erosionan fuertemente la ladera sino que destrozan la vegetación ascendiendo todo lo que pueden por las estribaciones de esta montaña. Afortunadamente el volcán de Topino no presenta huellas visibles desde donde nos encontramos de estas agresiones del motor.

No es el caso de la montaña de El Gallego donde hemos visto en el anterior artículo una ilustración impactante de las roderas producidas por las motos destrozando la ladera este del volcán. La senda más agresiva, abierta por motos de montaña y quads es la que desde la misma carretera GC-100, asciende directa a la cima de la montaña de Ruano, al lado mismo de su cara sur. Si bien el daño es notable en su ladera pues estos vehículos han desraizado las plantas asociadas al tabaibal, en la parte alta no sólo la vegetación ha desaparecido si no la tierra que protegía la roca, condenando de este modo el espacio a la erosión y la desertización. La existencia de letreros prohibiendo el paso a motos y quads lo dicen todo pero, he recorrido esta montaña un domingo, y las motos, a falta de control y regulación, son una constante en el campo de volcanes de Rosiana y en laderas como ésta.

Comiencen a caminar y déjense llevar. La vista puesta en esas pequeñas lomas que destacan a media altura en la montaña del Gallego y, diríjase a la que observa a su izquierda. La que presenta una pequeña abertura en su cima, que no es otra cosa que el hueco dejado por dos grandes rocas que se tocan es la montaña de Ruano, nuestro pequeño cono volcánico.

Luego, tras disfrutar del espacio y el silencio, sigan la senda que, montaña arriba les permitirá alcanzar la cima de un volcán importante, El Gallego. Una vez en ella, no es una metáfora el hecho de que tocarán el cielo. Es la magia de los espacios poco o nada hollados, es la emoción que nos embarga en la cima de cualquier montaña.

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